viernes, 26 de marzo de 2010

Vacilaciones en un restaurante

Vibraban los párpados del auditorio, un click de apalusos notaba visiblemente la caída de una extensa conferencia. Tras el corte, se anunciaba: -Disponemos de una hora para el almuerzo y retornamos a las 14:00 hs. para continuar con este ciclo de conferencias.

Los más audaces corrieron a un taxi, para ganarle al tiempo y comer algo en casa. En el hall del hotel, un grupo unidos al azar y algo extenuados, dirimen un lugar para el almuerzo. Lo más próximo un recanto con comidas típicas al estilo brasileño, al llegar...el mozo, quien inquietamente acomodaba las mesas pintorescas y disimulando saber que nos acercábamos unas 10 personas, nos recibe con un musical bienvenidos, mezclando la tonalidad de ambos idiomas, nos invita a disfrutar, no sabemos bien si del ambiente con colores llamativos, la música de Gal Costa de fondo o del sabor del limón con azúcar y vodka de la tradicional caipiriña, puesta en escena que nos trasladaba a una mágica imagen de vacaciones. Los más sugestivo fue el tan esperado "cardápio", emanado como una fuente de inspiración, acompañado de tan sutil presentación. Al unísono se escucho "una cervejiña bien helada", mientras los más osados elegían sabores agridulces, tan contrastantes como la vida misma y ensaladas coloridas, mientras las intelectuales no querían cortar el hilo de la última conferencia. ¡Qué contrastes! Lo cierto es que el ambiente nos invitaba a una cálida descontractura del formalismo académico que nos unía. Mirando el menú...¿y los postres? ¡Una delícia! tortas con cremas, flanes...los más recatados se unían a las ensaladas de frutas y los helados de una bocha. La más inteligente nos observó: -Escuchen, en el menú ofrecen "el cafezinho gratis". Café, ese negro desatello de sabores incomparables acompañó la sobremesa de un grupo de ilustres desconocidos.

Tony

martes, 23 de marzo de 2010

24 de Marzo: Día de la memoria por la verdad y la justicia




El 24 de marzo de 1976 es una fecha clave de la historia reciente de nuestro país, un punto de inflexión y fractura en el proceso histórico de la sociedad argentina. A más de treinta años del golpe de Estado que inauguró una de las épocas más sombrías y trágicas de nuestra historia, los argentinos encontramos una nueva oportunidad para reflexionar acerca de lo ocurrido en aquellos años, pero también para pensar en nuestra democracia en el presente y en la que aspiramos a construir en el futuro.
Reflexionar sobre la dictadura y las huellas que ha dejado en la sociedad argentina se convierte hoy en un imperativo para la escuela. ¿Por qué? Referente fundamental para la formación ciudadana, la institución escolar debe trabajar para mantener viva la memoria de lo que no puede volver a repetirse; para afirmar los valores sobre los cuales se construye la democracia –la tolerancia, el respeto por la opinión del otro, la libertad de expresión; y para la creación de espacios compartidos de reflexión y de indagación sin los cuales no será posible que las nuevas generaciones puedan sentirse protagonistas en el presente y trabajar desde ese reconocimiento para construir una sociedad mejor.
La represión política y el terrorismo de estado
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas derrocaron a través de un golpe de Estado al gobierno constitucional presidido por la viuda del General Perón y lo sustituyeron por una Junta integrada por representantes de las tres armas. El golpe tuvo lugar en un contexto signado por una profunda crisis política y económica, la movilización de las organizaciones de los trabajadores frente al deterioro de las condiciones laborales, y el aumento de la violencia política ejercida por agrupaciones que reivindicaban la lucha armada como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros. A ello se sumó la acción de bandas parapoliciales y paramilitares de extrema derecha como la Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la “Triple A”. En este clima de convulsión social, se produjo la interrupción del orden constitucional.
El golpe de Estado fue el primer paso en la instauración de un gobierno militar autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” cuyo objetivo fue acallar cualquier tipo de disidencia política e ideológica. La dictadura militar implementó una feroz política represiva dirigida contra amplios sectores de la sociedad argentina calificados como “subversivos”. Secuestros, asesinatos, torturas, censura sobre los medios de comunicación fueron los instrumentos de que se valió el Estado para imponer el “orden” en la sociedad. La investigación que llevó a cabo la Comisión Nacional para la Desaparición de Personas (CONADEP) logró documentar la desaparición de 8960 personas. Sin embargo, se estima que fueron muchos más los que corrieron ese mismo destino (alrededor de 30.000). A ellos se agregaron los casos de cientos de personas que permanecieron detenidos sin causa ni acusación concreta durante varios años y puestos a disposición del poder ejecutivo y la situación de los niños que, luego de nacer en centros clandestinos de detención, fueron secuestrados, privados de su verdadera identidad y entregados en forma irregular en adopción, en algunos casos, a las familias de los asesinos de sus padres. Miles de ciudadanos fueron despojados ilegalmente de sus bienes, cesanteados y expulsados de sus trabajos por razones políticas. Cientos de trabajadores, artistas, intelectuales y profesionales fueron obligados a exiliarse.
La dictadura militar que asumió el 24 de marzo de 1976 no sólo ejerció una fuerte represión política, sino que también llevó a cabo un proceso de reestructuración económica y social de la Argentina. La gran mayoría de los secuestrados y desaparecidos pertenecían a aquellos sectores que con mayor vigor podían oponerse a sus proyectos: dirigentes sindicales de cuadros medios, estudiantes, periodistas y abogados. Las garantías constitucionales fueron suspendidas, la actividad de los partidos políticos fue prohibida y varios de sus principales dirigentes encarcelados y perseguidos. Un severo control se impuso sobre los medios de comunicación. La represión y la violencia ilegal fueron instrumentadas y desencadenadas desde los mismos organismos estatales que debían ser responsables del mantenimiento del orden jurídico. Los representantes de estos organismos, fuerzas de seguridad militares y policiales negaron, al mismo tiempo, toda responsabilidad en estos crímenes.
El informe elaborado por la CONADEP constituye todavía hoy un documento esencial para conocer el funcionamiento y organización del aparato terrorista organizado desde el Estado, incluso antes de la toma del poder por la Junta Militar. Sobre la base de este informe se llevó a cabo el juicio a los integrantes de las distintas juntas militares que fueron procesados a finales de 1985. Varios de sus integrantes fueron condenados a cadena perpetua y sufrieron la pérdida de su condición militar, aunque a finales de la década del ochenta y principios de la del noventa, casi todos fueron indultados.
Reflexionar sobre el pasado en la escuela: la necesidad de recordar y el deber de conocer
Abordar en la escuela un tema tan complejo como es el de la dictadura militar instalada en nuestro país en 1976, implica siempre tomar decisiones acerca de las perspectivas de análisis elegidas, las temáticas privilegiadas, los interrogantes a considerar, los debates a instalar en el aula. Entendemos que, más allá de analizar con los alumnos los acontecimientos que marcaron a fuego los años de la dictadura, es posible trabajar con ellos acerca de algunos puntos sobre los que, poco a poco, la sociedad argentina ha comenzado a interrogarse en los últimos años. Estos refieren a la responsabilidad que puede asignársele a la sociedad en su conjunto en la instalación del gobierno militar, a las marcas o huellas que la dictadura ha dejado como herencia a las nuevas generaciones de argentinos y, por último, a la necesidad de construir una memoria colectiva sobre estos hechos aberrantes para evitar el olvido, la negación o la recreación de cualquier forma de autoritarismo.
I. Las responsabilidades colectivas: un tema en debate
Cada aniversario constituye un momento particular para la reflexión, el ejercicio de la memoria y el análisis histórico. Este año, el inicio de la dictadura será recordado a través de innumerables manifestaciones: debates públicos, actos oficiales, ceremonias, movilizaciones. En este acto de ejercicio de la memoria, los distintos actores sociales privilegian miradas que contienen distintas interpretaciones. Los integrantes de las organizaciones defensoras de los derechos humanos mantienen vivo el recuerdo de la resistencia a la dictadura y de los crímenes llevados a cabo por los represores. Insisten, por otro lado, en la necesidad de que se haga justicia y en que se castigue a los responsables por los actos del terrorismo del Estado. Pero también hay quienes sostienen que las visiones que cargan todos los aspectos negativos de aquellos años en la dirigencia militar niegan las responsabilidades de los grupos guerrilleros que, con sus atentados y asesinatos, extremaron la violencia en la sociedad y provocaron el golpe de estado.
La mirada de los cientistas sociales incluye muchos otros matices. Debe señalarse, de todos modos, que sólo en los últimos años los historiadores, sociólogos y politólogos han comenzado a abordar este período trágico de la historia argentina. La dificultad de los estudiosos para encarar este período deriva de la proximidad temporal con la época, pero también de los mismos problemas que tiene la sociedad en su conjunto para reflexionar sobre esa etapa de la historia argentina. Quizás, una de estas razones deriva del hecho de que el estudio de la dictadura plantea ciertos interrogantes incómodos. Algunos se vinculan con la pregunta por la actitud de la sociedad en su conjunto frente a la dictadura y al consenso que ésta encontró durante mucho tiempo en el cuerpo social de la Argentina. Los golpes de estado tuvieron en la Argentina el apoyo activo de distintos sectores de la sociedad civil. Una lectura superficial de los principales diarios de aquella época permite advertir el respaldo activo y público que la dictadura encontró entre empresarios, sindicalistas, periodistas o ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica. Pero la dictadura también encontró respaldo en grupos más amplios de la sociedad argentina. Es cierto que la represión instaló en la sociedad el miedo y el terror, provocó la autocensura y eliminó la mayoría de las iniciativas de protesta colectiva. Es verdad también que existieron numerosos focos de resistencia en el ámbito laboral, estudiantil, intelectual y artístico que se solidarizaron con quienes eran perseguidos y encarcelados. Pero todo esto se verificó también en un marco signado por una comunidad que, en gran medida, se reveló profundamente autoritaria. El estudio de los años de la dictadura plantea fuertes interrogantes en torno a las responsabilidades concretas del conjunto de la sociedad en los trágicos episodios de aquellos años. Postula el interrogante por la conducta de amplios sectores de la sociedad que, en función de la preocupación por el orden y la tranquilidad, dejó de asegurar los derechos de sus semejantes y contempló, en una actitud muchas veces pasiva -y hasta cómplice-, la violación de las garantías básicas consagradas por el estado de derecho.
II. Las herencias de la dictadura
Otra cuestión relevante refiere a las marcas que la dictadura dejó en la sociedad argentina. Muchos especialistas han sostenido que la política económica implementada durante aquellos años profundizó los clivajes sociales e hizo desde el punto de vista de la redistribución de la riqueza, a la sociedad argentina mucho más injusta. La Argentina se había destacado siempre en el contexto latinoamericano por el profundo grado de integración social. Pero la participación de los asalariados y trabajadores en el producto bruto interno comenzó a descender de manera acelerada a partir de entonces. De esta forma, en los tiempos de la dictadura se profundizó aceleradamente el proceso de fragmentación social. Por otro lado, el régimen militar, través de su política económica incidió decisivamente en la desindustrialización del país. Por último, aquellos fueron también los años del crecimiento acelerado de la deuda externa.
Estos no son, sin embargo, los únicos trazos que la dictadura dejó en el cuerpo social de nuestro país. Más profunda es quizás la herencia que dejó en las prácticas sociales, en la cultura política y en la conciencia social. Desde 1983, quizás con alguna excepción, se ha respetado la continuidad institucional y democrática. Son casi inexistentes los grupos que creen hoy que un golpe militar puede ayudar a resolver los problemas del país. Pero las dictaduras dejan huellas e instalan conductas que son muy difíciles de desterrar. El temor a comprometerse políticamente, la indiferencia ante el destino de los otros y la tendencia a privilegiar exclusivamente el derrotero individual, la ruptura de los lazos de solidaridad colectiva, la sensación de impunidad, las conductas autoritarias y violentas, son algunas de las marcas que la experiencia de aquellos años parece haber legado a gran parte de nuestra sociedad.
III. La necesidad de recordar
La memoria colectiva es la forma en que una comunidad recuerda su propio pasado histórico. En cada época y cada lugar, los recuerdos de ciertos hechos políticos, culturales o sociales permanecen en la memoria de los integrantes de una comunidad. Esos recuerdos compartidos orientan, muchas veces, el comportamiento de las generaciones posteriores. ¿Qué y cómo recordar, pasados ya treinta años, el inicio de la dictadura más atroz que conoció la Argentina? En primer lugar, es necesario que todos los integrantes de la sociedad asumamos el compromiso de trabajar en forma permanente contra su olvido así como también contra todas las formas de falsificación o de negación de lo que nos ocurrió en el pasado.
El aniversario del golpe ha coincidido con una iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional que impulsó la sanción de una ley que dispuso que el día 24 de marzo sea feriado nacional. La propuesta ha generado polémicas entre los representantes y dirigentes de los organismos de las entidades defensoras de los derechos humanos. Algunos han sostenido que la imposición del feriado implica convertir a dicha fecha en un día dedicado al descanso y que, en cambio, es necesario hacer de ella “… un día de dolor, de reflexión, de lucha y de duelo…”. Afirman, de este modo, que no puede tomarse como un día festivo sino como un momento para la reflexión y al análisis. Otros en cambio, han sostenido que la imposición del feriado constituye una decisión correcta para conservar en el conjunto de la sociedad el recuerdo de estos episodios.
“Conmemorar” significa recordar en forma conjunta, esto es, públicamente; implica también celebrar los valores que los miembros de la comunidad comparten en el presente y desean para el futuro. Desde el año 2002 una ley nacional instituyó el 24 de marzo como “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”. Ese día en todas las escuelas del país se recuerdan a las víctimas de la represión ilegal de la dictadura, buscando fortalecer el compromiso de las jóvenes generaciones con la defensa permanente del estado de derecho y valorar la posibilidad que hoy tenemos de expresarnos libremente, de elegir a nuestros gobernantes, de convivir en la pluralidad y el respeto por las ideas de los otros.
Más allá de la modalidad que se imponga, lo importante es mantener vivo el recuerdo de aquellos años y mantener vigentes las preguntas que nos permitan pensar en los valores y conductas sobre los que se construye una sociedad democrática. Los cientistas sociales han insistido en señalar que sólo mediante el recuerdo de los actos y consecuencias de la represión ejercida por la dictadura se pueden crear los antídotos y las barreras que permitan evitar la reiteración de crímenes como los que se vivieron en la Argentina durante los años setenta. Importante es, también, que el recuerdo nos permita construir, desde la crítica y la reflexión, una sociedad más democrática, respetuosa de las diferencias políticas y culturales y de los derechos de los semejantes, en definitiva una sociedad más justa, democrática y tolerante.

Dr. Pablo Buchbinder
Investigador Conicet (UNGS/UBA)
Fuente: http://www.educared.org.ar/enfoco/caleidoscopio/contenido_2006/20_03_2006/

lunes, 22 de marzo de 2010

Leer y escribir...

Esta reconsideración del lector como alguien activo, no pasivo, como un jugador que, frente a un texto, hace sus apuestas, dibuja sus estrategias y construye sus sentidos, facilita la comprensión de la escritura y la lectura como dos caras de la misma moneda. La práctica de la lectura y la práctica de la escritura están muy cerca, más cerca de lo que en general se piensa.
La decisión de escribir, de dejar una marca, supone haber alcanzado, o desear alcanzar al menos, alguna lectura. Escribir es una forma de estar leyendo, del mismo modo en que contar es una forma de leer lo que se cuenta.
La sola formulación en palabras ya es una lectura. El niño pequeño que va por el mundo nombrando las cosas _"árbol", "gato", "auto"- está en cierto modo "leyendo" y, además, "escribiendo", registrando, con la enunciación, su lectura. Lo nombrado lleva la marca de quien lo nombra, ha pasado por él. Es su lectio, su montaje, su construcción...el sentido alcanzado le pertenece.
Leer y escribir van siempre juntos. Por eso resulta tanto más sencillo ponerse a escribir cuando uno "tiene algo para decir", ha atrapado alguna significación, por así decir---Y, viceversa, resulta tanto más sencillo ponerse a leer cuando lo que uno lee "le dice algo", es decir, de alguna forma, podría, eventualmente, haber sido escrito por uno...
Y por eso es tanto más aventurtero, tanto más insquietante, ponerse a escribir sin saber de antemano todo "lo que se va adecir", leyendo-escribiendo al mismo tiempo, o, desde el otro lado, ponerse a leer algo que no es exactamente lo que se esperaba leer, algo que deberá ser "reescrito" mientras se lo lee.


Fuente: Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. 2007. Plan Nacional de Lectura. La Gran Ocasión. La Escuela como sociedad de lectura. Pág. 13.

jueves, 18 de marzo de 2010

Una sociedad de lectura

...Sin embargo, en medio de esa sociedad empobrecida, desmantelada e injusta, algo nuevo ha sucedido en el aula. Han tenido lugar ciertos acontecimientos. A lo largo de muchas lecturas compartidas, eligiendo a veces bien y otras veces no tan bien, escuchando lo que tienen para decir los lectores, dándoles la palabra, permitiendo también que le pongan voz al texto, comentando, releyendo, haciéndose preguntas, acotando, remitiéndose a otros textos, cruzando hallazgos, hipótesis, fantasías, el maestro habrá estado contribuyendo a la formación de una sociedad de lectura.
Es posible que al comienzo haya habido un gran desorden , mucho parloteo y poca escucha, una atención lábil y una participación un poco desganada. Pero el clima va a mejorar cuando los miembros de esa sociedad ya tengan una historia compartida, un pasado al que se puede remitir. Entre sus estrategias estarán también ahora las incorporadas a lo largo de esa historia en común.
Aprendieron a seguir una hebra para ver hacia dónde va, cuál es el nudo en el que se enlaza,,,Son más incisivos, y mucho más amplios, de horizontes más amplio...Tendrán amores y desamores entre los textos leídos (y habrá discusión al respecto). Tal vez hayan perseguido a un autor o a cierto universo imaginario...Tendrán muchísimas más preguntas que antes de comenzar pero también tendrán una esgrima, estrategias, destrezas y más tenacidad.
Una sociedad de lectura -a veces una pequeñísima sociedad de dos- es siempre algo estimulante. El lector busca al lector. La mejor recomendación que se recibe es la de un lector colega, compinche de lecturas. La sociedad de lectura del aula es un punto de partida...Se va a ir ampliando, indefectiblemente, por ese efecto disparador de la lectura, porque los textos llevan a otros textos... Del aula a la biblioteca popular, la biblioteca del barrio, a un grupo de teatro, a una revista literaria...

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. 2007. Plan Nacional de Lectura. La Gran Ocasión. La Escuela como sociedad de lectura. Pág. 30.

Con la Biblioteca en la sangre

"Los libros piden escuelas, las escuelas piden libros", sostenía Domingo Faustino Sarmiento e impulsó a un mismo tiempo, la creación de bibliotecas y de aulas, tal como cita la docente bibliotecaria Marina Peleteiro en varias de sus investigaciones.
Hija y nieta de anarquistas, Marina Peleteiro heredó de su familia el impulso de leer y de formar bibliotecas. "Aprendí a leer robándole las letras a mi abuelo, que era periodista del diario La Razón", confiesa. Coordinadora del equipo a cargo de la Biblioteca de la Escuela Normal Superior Nº 7, José María Torres, en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, la bibliotecaria -que también es docente y antropóloga- reivindica una profesión que, considera, debe ser jerarquizada: "De lo que se trata es de poder desarrollar un sentido crítico con relación a la lectura".



Fuente: Revista El Monitor de la Educación. Nº 21 -5 Época Junio 2009. Pág. 10

jueves, 11 de marzo de 2010

La eñe también es gente

María Elena Walsh

La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. Señoras, señores, compañeros, ¡amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura, de interrogación y admiración.
Ya nos redujeron hasta el apócope. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruo -en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el -. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? Entre la fauna en peligro de extinción, ¿Figuran los ñandúes y los ñacurutuces?
En los pagos de Añatuya, ¿cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será dela Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní?
"La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui.
A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la cátedra del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio...Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la madre patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software.
Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde se debate nuestro discriminado signo. Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet!


La creadora de la célebre Manuelita (la de Pehuajó) nació en Buenos Aires en 1930. María Elena Walsh marcó un antes y un después en la literatura para niños a partir de sus poemas hecho canciones que se popularizaron en todo el mundo hispano. Poeta, narradora, también escribió canciones no sólo para chicos (por ejemplo: Como la cigarra y Canción para la tierra de uno), guines para TV, obras de teatro, notas periodísticas. Este texto fue tomado del diario La Nación, Buenos Aires, 1996.

Fuentes: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. 2005. Plan Nacional de Lectura. Lecturas para estudiantes. Leer X Leer. Página 51.

lunes, 8 de marzo de 2010

"Leer por placer"...



La consigna del placer, que hizo su aparición en la escuela hace unos quince o veinte años, pareció devolverle al lector cierto protagonismo. Ponía el dedo en una cuestión importante, porque es cierto que la lectura, además de acertijo y construcción, es un espacio "habitable", una casa en obra, donde se va haciendo uno sus costumbres, sus deleites, sus consuelos, sus rituales...Introducir la idea de placer suponía una vuelta de tuerca. Evocaba ciertas escenas emblemáticas: la del niño que pide un cuento, la del lector abstraído en la novela, desprendido de lo que lo rodea, la del fanático de un género, el libro codiciado, el libro robado, el libro bajo la almohada...
En la escuela, "leer por placer", que recuperaba el orden de la emición, empezó siendo una fórmula refrescante frente al rigor de la lectura "obligatoria". Pero poco a poco el concepto fue perdiendo claridad y terminó entendiéndose de muy diversas maneras. Algunos lo veían como sinónimo de "lectura recreativa", de "pasatiempo"..."leer por leer", "que cada uno lea lo que trajo de su casa", "leer lo que se eligió leer", "leer algo divertido sentado en un almohadón", "leer sólo lo que me gusta", "leer y después disfrazarse", "leer y después dibujar"...Cada uno entendió la consigna a su modo. Y cuando la consigna cristalizó-se volvió incuestionable y automática- el frescor desapareció. A menudo había una confusión entre el placer sinónimo de facilidad (lo cómodo, el género bien conocido, las técnicas recurrentes, las series, "sólo libros de terror", "sólo historietas", etc.) y el placer que incluye esfuerzo, sorpresa, incluso cierta incomodidad, y un encuentro bien ganado, menos fácil, con el texto luego del trabajo y la aventura.
Sin embargo, hay que reconocer que, de alguna forma, con altibajos-y en muchos casos con contradicciones-, la teoría del placer supuso un giro en la actitud de la escuela hacia la lectura. Se le daba un lugar a la lectura "de tiempo libre" y a la decisión personal, y eso significaba un reconocimiento del lector como sujeto capaz de elegir, de disfrutar...
Suponía también un cambio en el repertorio, eran otros los textos que se ofrecían. Pero este permiso no bastaba para alentar, auspiciar, dar ocasión a la formación de lectores- al crecimiento lector- de manera expresa. Que la escuela diga "lean placenteramente" no está nada mal, pero no parece suficiente. Estamos pensando en una ocasión más fuerte.

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. 2007. Plan Nacional de Lectura. La Gran Ocasión. La escuela como sociedad de Lectura. Pág. 9

jueves, 4 de marzo de 2010

Buscadores de sentido...



Leer es algo más que descifrar, aunque toda lectura suponga un desciframiento. Leer es construir sentido. No sólo se "lee" una imagen, la ciudad que se recorre, el rostro que se escudriña...Se buscan indicios, pistas, y se construye sentido, se arman pequeños cosmos de significación en los que uno, como lector, queda implicado.
Mucho antes de disponer del lenguaje,un bebé "lee" el mundo que lo rodea, busca señales, anticipa acontecimientos según esas señales, registra lazos de significación entre un tono de voz, un rumor de fondo, un ruido de pasos por el pasillo y la desazón, o el consuelo. El movimiento de una cortina, cierta luminosidad, el contacto con la colcha de la cama "algo le dicen". No se trata de un significado que está allí de antemano, no es cierto que ese movimiento de la cortina, esa luminosidad o ese contacto con la colcha estén preparados para decirle lo mismo a cualquier otro bebé. El ha construido la significación, es resultado de su trabajo. Sin embargo, está claro que esa "lectura" mínima de quien todavía no dispone del lenguaje resultará invisible. No queda registro de ella en ninguna parte. Sólo, tal vez, en situaciones excepcionales, alguien muy cercano y lo bastante intuitivo podrá acaso- leyendo a su vez pequeñas señales- tener algún atisbo de ella. Muchas de nuestras "lecturas" privadas, íntimas, siguen siendo de ese orden, invisibles, toda la vida. El universo de significados que armamos al contemplar un paisaje, o un cuadro, al mirar las escenas de una manifestación en el noticiero de la televisión o recoger los indicios del paso de un extraño por una habitación muy conocida por lo general queda dentro de los límites de nuestra conciencia. Otras veces, en cambio, cuando contamos una película que hemos visto, por ejemplo, o cuando relatamos un suceso, algo de lo que fuimos testigos, damos voz a nuestra "lectura". Nuestro trabajo de constructores de sentido se vuelve visible. Pensemos en un relato, por ejemplo. El relato que hacemos es obra nuestra. No pretende incorporarlo todo, cada una de las sensaciones que registraron nuestro oído, nuestro ojo o nuestro olfato en un primer, un segundo, un tercer plano de la atención, sino que elige, arma, "dibuja"...Se escogen algunos pasajes, otros se omiten, se procede a un cierto montaje, se hace hincapié en un detalle y no en otro, se adopta un punto de vista...El cosmos de significación que construimos es personal, exactamente como le sucedía al bebé. Y nos incluye. Cada persona, desde que nace, "lee" el mundo, infatigablemente busca sentidos.
Y, del mismo modo, si le dan la ocasión, también puede "escribir", o "inscribir" en palabras, ese mundo que ha leído. Puede contarlo. Analfabetos de significación no hay, somos todos constructores de sentido. Y, si nos dan la palabra, todos podemos sentirnos, almenos por un rato, "el dueño del cuento".

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. 2007. La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura. Buscadores de sentido...Plan Nacional de Lectura. Pág. 2

miércoles, 3 de marzo de 2010

Una frase para compartir y reflexionar...

“El hombre que lee de viva voz, se expone de manera absoluta.
Si no sabe lo que lee es ignorante en sus palabras, es una miseria y eso se escucha.
Si rehúsa habitar su lectura, las palabras permanecen como letra muerta, y eso se siente.
Si colma el texto de su presencia, el autor se retracta, es un número de circo, y eso se ve.
El hombre que lee de viva voz se expone a los ojos que lo escuchan. Si lee de verdad,
Si pone en ella su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipita en ella tras él”.
PENNAC, Daniel

Fuente: PENAC, Daniel. 1996. Como una novela. Bogotá, Colombia. Grupo Editorial Norma.

Capacitación Docentes Bibliotecarios









Viernes 26 de febrero de 2010

Capacitación Docentes de Nivel Primario











Miércoles 24 de febrero de 2010.