lunes, 8 de marzo de 2010

"Leer por placer"...



La consigna del placer, que hizo su aparición en la escuela hace unos quince o veinte años, pareció devolverle al lector cierto protagonismo. Ponía el dedo en una cuestión importante, porque es cierto que la lectura, además de acertijo y construcción, es un espacio "habitable", una casa en obra, donde se va haciendo uno sus costumbres, sus deleites, sus consuelos, sus rituales...Introducir la idea de placer suponía una vuelta de tuerca. Evocaba ciertas escenas emblemáticas: la del niño que pide un cuento, la del lector abstraído en la novela, desprendido de lo que lo rodea, la del fanático de un género, el libro codiciado, el libro robado, el libro bajo la almohada...
En la escuela, "leer por placer", que recuperaba el orden de la emición, empezó siendo una fórmula refrescante frente al rigor de la lectura "obligatoria". Pero poco a poco el concepto fue perdiendo claridad y terminó entendiéndose de muy diversas maneras. Algunos lo veían como sinónimo de "lectura recreativa", de "pasatiempo"..."leer por leer", "que cada uno lea lo que trajo de su casa", "leer lo que se eligió leer", "leer algo divertido sentado en un almohadón", "leer sólo lo que me gusta", "leer y después disfrazarse", "leer y después dibujar"...Cada uno entendió la consigna a su modo. Y cuando la consigna cristalizó-se volvió incuestionable y automática- el frescor desapareció. A menudo había una confusión entre el placer sinónimo de facilidad (lo cómodo, el género bien conocido, las técnicas recurrentes, las series, "sólo libros de terror", "sólo historietas", etc.) y el placer que incluye esfuerzo, sorpresa, incluso cierta incomodidad, y un encuentro bien ganado, menos fácil, con el texto luego del trabajo y la aventura.
Sin embargo, hay que reconocer que, de alguna forma, con altibajos-y en muchos casos con contradicciones-, la teoría del placer supuso un giro en la actitud de la escuela hacia la lectura. Se le daba un lugar a la lectura "de tiempo libre" y a la decisión personal, y eso significaba un reconocimiento del lector como sujeto capaz de elegir, de disfrutar...
Suponía también un cambio en el repertorio, eran otros los textos que se ofrecían. Pero este permiso no bastaba para alentar, auspiciar, dar ocasión a la formación de lectores- al crecimiento lector- de manera expresa. Que la escuela diga "lean placenteramente" no está nada mal, pero no parece suficiente. Estamos pensando en una ocasión más fuerte.

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. 2007. Plan Nacional de Lectura. La Gran Ocasión. La escuela como sociedad de Lectura. Pág. 9

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